Suma munata imilla wawa; suma munata yuqalla wawa: aka Aymar lurañanakax, yateqañ lurañanakawa.
C- Buenos dias Leoncio, kamisaraki.
L- Buenos dias Cancio, nayax walikiwa, jumasti.
C- Walikiraki. Kuna chiqa yatiyawi utji?
L- Janiw kunas utjkiti. Jichhurux wali thayawa. Danielax niyaw wawaniwa.
C- Ukhamawa jilata, jichhurux wali thayawa. Kunas ukax Leoncio?
L- Ah.. akax mä mirki uta yatiña liwru, mä qillqa yateqaña liwru.
Notas: consulta "Yatiqiri masija" IV. Jesús Santisteban Avila, ejercicios en Aymara informativo.
jueves, 30 de mayo de 2013
jueves, 2 de mayo de 2013
ALASITAS, FIESTA DE SIMBOLOGIA
Las Alacitas en Puno-capital se organizan y desarrollan una sola vez al año, dentro de su propio marco celebratorio que inamovible coincide con el tres de mayo. Previamente a esta fiesta de miniaturas en color, la ascención a la cumbre del cerro Azoguini -que la colectividad cumple devota y corporativamente-, pondrá en evidencia una sucesión de creencias y actividades culturales que el Altiplano Peruano reviste de peculiaridad. Las poblaciones aymaras fundamentalmente exaltan esta festividad.
Las Alacitas, con su variedad de muestras ahora incrementadas invariablemente, representa la fiesta de la Creatividad y la Minuciosidad propia del Artesano; se convierte en singular mercado de simbología y oportunidad para encargar al "espíritu de las cosas" la solución de determinados problemas de la población peregrina que participa con fe: ocasión para conseguir "lo que uno necesita". A las doce horas del día jubilar -cuando el Sol está en lo más alto de su recorrido diario-, los peregrinos y su silencio evocador elevan plegarias a las fuerzas superiores pidiendo el cumplimiento de sus deseos. Alguien aspira un camión nuevo; otro, iniciar la construcción de la casa-campo: he pedido a la cruz una casita propia. Un álito imperceptible para el común de los visitantes cubre la fiesta obedeciendo al clamor ancestral de la cultura y a la voz de las cosas pequeñas juntas alrededor del efluvio que llega de la cima del cerro tutelar.
Las Alacitas, con su variedad de muestras ahora incrementadas invariablemente, representa la fiesta de la Creatividad y la Minuciosidad propia del Artesano; se convierte en singular mercado de simbología y oportunidad para encargar al "espíritu de las cosas" la solución de determinados problemas de la población peregrina que participa con fe: ocasión para conseguir "lo que uno necesita". A las doce horas del día jubilar -cuando el Sol está en lo más alto de su recorrido diario-, los peregrinos y su silencio evocador elevan plegarias a las fuerzas superiores pidiendo el cumplimiento de sus deseos. Alguien aspira un camión nuevo; otro, iniciar la construcción de la casa-campo: he pedido a la cruz una casita propia. Un álito imperceptible para el común de los visitantes cubre la fiesta obedeciendo al clamor ancestral de la cultura y a la voz de las cosas pequeñas juntas alrededor del efluvio que llega de la cima del cerro tutelar.
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