jueves, 20 de enero de 2011

FIESTA DE LA CANDELARIA: despliegue de luz

Al CIRCULO UNION PUNO,
con abrazo efusivo en su aniversario institucional.

Las inquietas y movedizas luces artificiales y paralelamente el ruido ensordecedor de petardos, cohetes y cohetillos forman parte indesligable de la algarabía dedicada a la distracción en fiestas regionales y, particularmente, en la jornada de quince días que dura el programa festivo dedicado a la virgen Morena de la Candelaria, patrona y protectora de la Ciudad Lacustre de Puno, en el Sur de la República del Perú.

Los puneños estamos acostumbrados a convivir con golpes contundentes de la naturaleza. Para nosotros significa poco el estruendo de la granizada salpicada de relámpagos, rayos y truenos. Invocando elementos culturales en juego, nos deleita bailar disfrazados de diablos, caporales y diablillos, simbología sugerente de formas y colores del averno, reino del fuego y el calor. Y lo que es más pertinente aún: hemos incorporado a nuestras fiestas la luminosidad y el estrépito pirotécnico.

Por eso resulta difícil imaginar un programa dedicado a la virgen de la Candela, sin candela. Sin aquel vértigo de pólvora suspendido: colección detonante cuya versión simple pertenece al cohete volador. Estos artefactos, en las noches poncheras de pisco puro, son utilizados para despejar la amenaza de la lluvia impertinente pretendiendo deslucir el espectáculo colmado de carrizo, mechas, pólvora y azufre.

Tampoco se puede imaginar albas mañaneras rodeadas de muchos y sabrosos k'oñis, sin la resonancia de petardos que despiertan a la población para la fiesta, y convocan a la primera misa de las seis de la mañana.

Se imaginan ustedes las vísperas de febrero sin el alboroto de petardos en explosión: eco y vozarrón que incomoda cerros, laderas y pampas donde se cumple el sortilegio pirotécnico? De ser así, las albas resultarían inadvertidas y contraproducentes para el éxito de un homenaje multitudinario de danza, música, alegría, bohemia.

Y la entrada de ceras, flores y adornos al compás de una banda de música? Se la vería incompleta sin la indisciplinada presencia de un cohete volador subrayando la presencia del alferado.

El k'apo -fogata atizada en la puerta del templo parroquial para exaltar la fiesta; iluminando la noche y atemperándola con sugerentes brindis y música de pinkillos-, utiliza también cohetillos, para registrar su larga caminata por los caminos de "a pie".

El sacerdote que celebra las vísperas con rezos y cantos no se molesta en lo mínimo con el ruido pirotécnico que interrumpe la ceremonia. Está advertido que la fiesta altiplánica siempre ha sido así: quema de castillos de cuatro cuerpos y una inmensa batería, para el deleite de nuestros pueblos en aras de la devoción y colaborados con técnica artesanal de "coheteros" originarios de Cayma o Characato.

Olvidaba. Los palomillas sentirían también la ausencia, sin la oportunidad de disputar disparos emergentes de aviones y barcos en feroz batalla. Las "palomitas" dormirían para siempre su ascención incandescente que las caracteriza, generando sensación de algo que se desprende, ilumina y rebota en la concurrencia, reunida en el parque Pino y alrededores.

Y aquellos mensajes y oraciones escritos en papel de color. Expansión bajo lluvia de mixtura y pica-pica en el recorrido procesional. Dejarían de difundir su fe, sin el esfuerzo de un cohete describiendo su órbita muy cerca al mercado central o al retornar la procesión, en la puerta del templo parroquial.

Entonces, en caso de prohibición, habrá que buscar alternativa; y eso no será fácil. De inmediato no existe otro elemento que contenga atributos pirotécnicos en fiestas populares.

Quién sabe si por esa razón el conjunto de cohetes, cohetones, cohetillos, sintiéndose insubstituibles, se esmeraron desde tiempos de nuestros abuelos, en incrementar la alegría popular: engriéndonos; haciéndonos olvidar incomodidades, exaltando nuestra fe alrededor de pintorescas festividades lugareñas, agrupadas todas ellas de fieles devotos, de bohemia, música y esperanza.

Notas. A raíz de los lamentables sucesos de Mesa Redonda en Lima existía la posibilidad de prohibir el uso de detonantes pirotécnicos.

La primera versión de este artículo se publicó en el Boletin del Club Departamental Puno.

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