lunes, 27 de junio de 2011

MI VOZ DESDE LEJOS

Saludamos la dimensión literaria de Efraín Miranda Luján, integrante de una cruzada universal conformada por esforzados e inquietos artífices de la palabra exacta.
Nuestra complacencia rebaza el ámbito personal al expresarle nuestros votos de respeto y consideración.
Y ahora Tú, Efraín, muéstranos tu ruta de viaje. En qué momento decidiste formalizar tu destino de servicio con Jach'a winchoq'a? Tal vez la vitalidad de la ecología social que se puso de acuerdo con la naturaleza para rubricar el carácter sobresaliente de tu vida? Y allá fuiste con tu equipo de ilusiones, tu empeño como miembro del conjunto de ingeniería mental, en cuanto pedagogo pertinaz y solidario.

Y entonces, delineaste tus fronteras personales en medio de un altiplano que cambia de color y de intensidad cada veinticuatro horas. Allá en la escuelita aymara de la pampa, los niños aprendieron de tu voz acompasada, la sencillez al servicio del arte de trabajar el engarce de palabras.

Te imaginamos en ese tiempo buscando la profundidad del silencio así como la inclemencia de una naturaleza, a veces insospechadamente hostil, luminosa y protectora casi siempre. Buscando la filosofía de los contrastes, lo profundamente oscuro de la noche y de un despertar alegre y rutilante.

La fuerza y la claridad del Idioma Aymara convocando a tu espíritu, contemplar el Azul del cielo de la Cruz del Sur en las noches heladas de mayo y junio; y el despertar verde amarillo de las plantas, protegiendo a los seres más inofensivos del universo.

Aprendiste a conversar con el silencio como instancia predilecta para encontrar la respuesta a tus preguntas, a tus protestas. Y el silencio aquel aceptó ser tu amigo con la condición de cambiar la oración dirigida a la esperanza por otra que busque el misterio y el símbolo de cada palabra.

Y fueron tu guitarra y tu voz, sonoridad que se podía escuchar entre el último rayo del sol y la llegada de los destellos de la luna. Qué cantabas en esos tiempos, Poeta del Alma Kolla? Un yaraví arequipeño o Matajuicio, sikury aymara en el bordón de la guitarra de Alberto Rivarola.

Quizá ensayabas cómo imitar el canto de las aves en vuelo de retorno o el rumor del viento entre las plantitas de extensas ch'iara imilla ch'oqe yapunakaxa?

Todo esto y mucho más lo convertiste en poesía: tu espíritu y tu concepción del mundo que te rodea al servicio de una sociedad más justa.

Nota.Homenaje publicado en la Revista Alborada Andina número 5, Ayaviri, Melgar, Puno, Perú. Esta es una versión recortada.

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